La reforma

La reforma que el Gobierno propone y estas Cortes ya comenzaron, parte de la convicción de que la historia de nuestro sistema político es la historia de la institucionalización del cambio.

Ahora estamos en un momento culminante, pero todavía no el definitivo, de recorrer el largo camino. El Gobierno del Presidente Arias no trata de
anular las conquistas logradas, ni niega sus raíces. Trata, eso sí, de adaptar las instituciones a la realidad social, ya que lo contrario sería un intento de autocracia. Trata de concluir la construcción de una fórmula que responda
a las exigencias de los nuevos tiempos. Trata de que las disfunciones sociales, lógicas, sean reabsorbidas en el proceso político por la participación de las fuerzas sociales. Trata, en fin, de que las diferencias accidentales sean
sometidas a debate público, en política de puertas abiertas, para que pueda existir la coincidencia final.

Cuando tantos intérpretes surgen para la voz del pueblo, es lógico y es urgente que nos apresuremos a escuchar la voz real del pueblo, que la tiene y que quizá sea muy diferente de cómo pensamos todos. Vamos a escucharla, proporcionándole el altavoz de la asociación política como primer paso, y vamos a hacer que las
grandes mayorías silenciosas tomen la iniciativa. Vamos a hacerlo, señores Procuradores, con un amplio consentimiento de sus expresiones y el reconocimiento de sus libertades cívicas. Si no lo hacemos así, entre el
pueblo y los gobernantes se instalarán los grupos de presión. En cambio, con una sociedad que se pueda organizar lícitamente con medios propios para la denuncia o el aplauso, con recursos para impulsar alternativas
válidas, no sólo habremos eliminado el riesgo de la falsificación sino que habremos comenzado a tocar con la mano el ideal de los países con los que coincidimos en historia, geografía, economía y cultura. Que la decisión
corresponda a la voluntad popular. Dadas las complejidades de la vida moderna, eso no se conseguirá si no se hace posible, en la legalidad, la existencia de grandes bloques de opinión de los que surjan mayorías reversibles,
respeto a las minorías y el triunfo de la minoría más pequeña, que es el hombre.
Señores Procuradores, hasta el 20 de noviembre de 1975 el pueblo español había delegado su capacidad de decisión en Franco, cuya gigantesca obra era el mejor argumento para esa confianza.

La Corona se presenta ante la nación con una voluntad expresa y jamás silenciada de alcanzar una democracia moderna para España. Don Juan Carlos I definió el poder de la Corona como “poder institucional”, es decir, poder
compartido; poder, en suma, sin mixtificaciones ni intromisiones. Crear una corriente viva entre la base social y su institución máxima es la esencia misma de la Monarquía de hoy.

Todos estos ilusionantes proyectos empezarán a ser realidad, si hoy, aquí, en una ocasión que me parece solemne, abrimos el camino a la ley que regula el derecho de asociación política. Con esos fines solicitaré vuestro
voto favorable. De vuestra votación dependerá que la palabra “pueblo” no se quede en una mera formulación teórica. De vuestro voto depende que ese pueblo se pueda organizar por afinidad de ideas, para arrinconar a los
intérpretes gratuitos de sus aspiraciones. De vuestro voto depende, en suma, que hoy demos un paso importante hacia la democracia, bajo el signo de las libertades sociales. Así ha sido la historia permanente de nuestro
Régimen.

En nombre del Gobierno os invito a que, sin renunciar a ninguna de nuestras convicciones, iniciemos la senda racional de hacer posible el entendimiento por vías pacíficas. Este pueblo nuestro pienso que no nos pide milagros ni utopías. Pienso que nos pide, sencillamente, que acomodemos el derecho a la realidad, que hagamos posible la paz civil por el camino de un diálogo, que sólo se podrá entablar con todo el pluralismo social dentro de
las instituciones representativas.

A todo eso os invito. Vamos, sencillamente, a quitarle dramatismo a nuestra política. Vamos a elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal. Vamos a sentar las bases de un entendimiento duradero bajo el imperio de la ley.

Y permitidme, para terminar, que recuerde los versos de un gran autor español:

“Está el hoy abierto al mañana.
Mañana al infinito.
Hombres de España. Ni el pasado ha muerto,
Ni está el mañana ni e ayer escrito.”

He dicho (Grandes y prolongados aplausos.)