Discurso de Mariano Rajoy. Réplica del presidente del Gobierno a la moción de censura

MARIANO RAJOY

Señora presidenta del Congreso, señoras y señores diputados, señor Sánchez.

El señor Sánchez, como todos los presentes acaban de comprobar, ha dedicado una buena parte de su intervención a reiterar con el mismo éxito que él, las afirmaciones que ha hecho, en su primera intervención, el señor Ábalos. No voy a entrar en los detalles, porque ese es el debate que reglamentariamente hice en su momento. Pero sí quiero dejar claro, para que conste en las actas del Diario de Sesiones, que el señor Sánchez no ha dado respuesta a las tres grandes cuestiones que yo le planteé al señor Ábalos. Si el señor Ábalos no le dio respuesta, yo esperaba que, al menos, lo hiciera el señor Sánchez.

Pero a pesar de haber dedicado buena parte de su intervención a algo que no correspondía, puesto que lo suyo era presentar, según dice el Reglamento, y la legislación vigente, su programa de Gobierno, tampoco lo ha hecho.

No ha respondido a las afirmaciones que yo hice sobre la sentencia, que es la excusa para presentar esta moción de censura.

Vuelvo a repetir, ni el Gobierno ha sido condenado, porque no ha sido juzgado, ni lo ha sido ninguno que sea ahora militante ahora del Partido Popular, ni lo ha sido el Partido Popular.

El señor Sánchez no ha respondido a esas afirmaciones, como antes no lo hizo el señor Ábalos, y no ha respondido lisa y llanamente, porque ambos han mentido a esta Cámara.

En segundo lugar, el señor Sánchez no ha respondido algo que también es muy importante: ¿hay algún militante del PSOE condenado? ¿Se le ha abierto juicio oral a alguno? ¿Hay alguno en la cárcel? ¿Va usted a dimitir cuando la sentencia de los ERE sea conocida por el conjunto de la opinión pública? ¿Está su partido libre de toda culpa? Tengo que sacarle esto, señor Sánchez, porque ese es el argumento fundamental con el que pretende chantajear a esta Cámara, porque le dice: o corrupción o yo, que soy el señor Sánchez.

Señor Sánchez, no se puede, eso se puede hacer por la calle, en un mitin, pero no se puede venir a un Parlamento a hacer unas afirmaciones y esperar que la otra parte no le exija razones y argumentos que demuestren esas afirmaciones.

En segundo lugar, el señor Sánchez ha hecho unas afirmaciones ciertamente chocantes. Y con su permiso, pues me voy a referir a ellas. Chocantes, pero algunas son, además de chocantes, muy ilustrativas.

En primer lugar, el señor Sánchez nos ha vuelto a explicar -luego volveré a entrar en este asunto- lo mal que van las cosas, las calamidades que sufre el país, cómo somos, cuántas desgracias nos suceden, olvidando dos cosas que son muy importantes y que es bueno que el Congreso de los Diputados recuerde. Primero, ha ignorado de dónde venimos, como consecuencia de las políticas que ustedes llevaron a cabo en su día, y que espero que no vuelvan a llevarlas a cabo en el futuro.

Señoría, olvida de dónde venimos, olvida la amenaza del rescate, olvida la situación de prequiebra en España, olvida los desequilibrios económicos, olvida los problemas de competitividad, olvida los cinco años en recesión, olvida que 3.800.000 españoles perdieron su puesto de trabajo. Y ahora, resulta que la situación mala es la que vivimos en estos momentos, donde hemos superado la crisis, donde ya no hay amenaza de rescate, donde estamos creciendo más que Europa y donde cada año se crean 500.000 puestos de trabajo.

Comprenderá usted que un candidato a presidente del Gobierno, que viene aquí utilizando esta suerte de argumentos, no puede merecer el respaldo de mi Grupo, y si me lo permite, ni siquiera del suyo.

Viene aquí, por eso digo que es una afirmación también muy chocante, a hablar de estabilidad. ¿Pero cómo puede hablar de estabilidad un candidato a la presidencia del Gobierno que, en el supuesto de que consiga su pretensión, va a formar el Gobierno más inestable de la historia de España desde el año 1977, cosa que sabemos todos y cada uno de los presentes, incluidos los que van a apoyar al señor Sánchez? ¿Cómo se puede hablar de estabilidad o de consenso, señor Sánchez?

¿Cómo puede usted hablar de consenso, después de irse de las reuniones para conseguir un pacto educativo? Después de boicotear el consenso en materia de financiación autonómica que algunos queríamos hacerlo porque eso lo hicieron ustedes el año 2009, después de poner todas las pegas posibles en el Pacto de Toledo? ¿Qué credibilidad tiene usted, señor Sánchez, para hablar de consenso?

Señorías,

En cualquier caso, lo más importante, por calificarlo de alguna manera de lo que le hemos escuchado esta mañana al señor Sánchez en esta Cámara, es su posición sobre los Presupuestos Generales del Estado. Es su único punto programático. Y esto no es sólo chocante, sino que es algo verdaderamente notable, y eso, evidentemente, tiene que producir que yo haga aquí algunas preguntas, porque si no las hiciera, pues alguien podría pensar que yo estaba en connivencia con el señor Sánchez, cosa que resulta absolutamente imposible. Incluso, ni siquiera, el señor Rivera se lo cree. Pero para dejar las cosas lo suficientemente claras le diré: Oiga, Señorías ¿ustedes votaron en contra de los Presupuestos Generales del Estado? Yo creo que sí, y, además, lo hicieron con entusiasmo, porque era un no de los de ‘no es no’. No estábamos para más bromas.

Y, además, les parecían espantosos, a ustedes, espantosos, casi le generaban urticaria, por eso, soy incapaz de comprender cómo van a convivir ustedes con tamaña monstruosidad. Mire, que les va a doler eso ¿eh? Puede ser una pesadilla.

Además, decían que eran «ideológicos». Y, entonces, van a apoyar las decisiones ideológicas del Gobierno al que quieren censurar. Van a tener que hacer ustedes un gran esfuerzo.

Oiga, ¿y esto por qué lo hace? ¿Le entró ahora el entusiasmo? Eso, también es bueno.

¿Hay alguno de sus posibles apoyos que le haya exigido que apoyen o mantengan los Presupuestos Generales del Estado? Alguien se lo tuvo que pedir. Se lo voy a decir. Podemos fue el que le exigió que mantuviera usted los Presupuestos Generales del Estado.

Y por eso, Podemos, cuando vote, lo hará con conocimiento de causa y con una enorme sonrisa de oreja a oreja. Y le voy a explicar por qué fue Podemos, porque Podemos fue muy elogioso con los Presupuestos Generales del Estado. Dijo de ellos: «Son los Presupuestos de las migajas sociales». Bien. «Los Presupuestos de la estafa, consolidan un modelo basado en la extrema desigualdad, y en la precariedad. Es un Presupuesto que aboca a la mayoría social a vivir en la más absoluta inseguridad. Reducen al mínimo el Estado de bienestar». Bueno, pues todo esto, a lo mejor -con perdón de la expresión- se lo van a tener que comer con patatas.

No, si al final nos va a ir bien a los señores de Ciudadanos, a nosotros, y a Coalición Canaria y al PNV, que somos los que votamos los Presupuestos.

Señoría, pero toda anécdota se puede elevar a categoría.

¿Qué es lo que hay detrás de todo esto? Pues lo que he dicho en mi primera intervención.

Aquí, de lo que se trata, es de que el señor Sánchez llegue. Todo lo demás es literatura. ¿Con quién llegue? ¿Qué más da? Con Podemos, con Ciudadanos, con cualquiera de los que están aquí. Todo eso es irrelevante. Lo importante es que llegue, eso sí, sin pasar por las urnas.

¿El programa? ¿A quién le importa el programa? ¿Los Presupuestos?, hasta los del PP. Hasta los del PP. Pero esto es realmente lo que está pasando aquí.

Señorías, ¿alguien se puede tomar en serio a un candidato a la presidencia del Gobierno que actúa así? Porque esa es la gran pregunta que hay que hacer en esta Cámara hoy. Y esa es la respuesta que tienen que dar todos ustedes. Y yo, como ya llevo algunos años en política, ya sé cómo va esto de las votaciones. Pero por lo menos, en la mente de cada uno, que quede con claridad, y que sean absolutamente conscientes de lo que van a hacer, porque eso es muy importante.

Señorías, ya aparece en la red, que hemos pasado del Gobierno Frankenstein al programa Frankenstein, porque no había otra. Sin el Gobierno Frankenstein, ¿cómo va a ser el programa, señor Sánchez?

Pues este es el único punto de su programa. ¿Quién nos lo iba a decir la semana pasada, que el único punto del señor Sánchez era llevar a buen término los Presupuestos Generales del Estado contra los cuales el señor Sánchez hizo lo posible y lo imposible para que no salieran? Oiga, ¿qué broma es esta? ¿Usted se cree que nos lo podemos tomar en serio? Yo, con todos mis respetos, no me lo puedo tomar en serio, y no lo haré nunca.

Señoras y señores diputados, piensen lo que van a hacer. Lo dije el otro día en esta Cámara: el chantaje, la corrupción o yo. Aquí han situado a la inmensa mayoría de los diputados de esta Cámara. Y la decisión la tienen ustedes.

Yo, por si le sirve de algo, créanme que me lo tomo en serio, pues le voy a dar las razones generales por las que me parece a mí, y a la mayoría de los españoles, que no es bueno que el señor Sánchez sea el presidente del Gobierno de España:

Para empezar, voy a empezar por la propia moción de censura. La manera atropellada con que ha presentado el señor Sánchez la moción de censura le hace absolutamente poco recomendable para ser gobernante.

Una moción de censura, Señorías, es lo más parecido a un frenazo brusco en la marcha de las cosas que acarrea un sobresaltado desconcierto sobre lo que ha ocurrido y sobre lo que puede ocurrir en el futuro inmediato. Es como cuando un pasajero imprudente tira en el Metro de la palanca de alarma, y detiene el tren en seco.

Son cosas que ni con razón, fíjense, ni aun con razón se pueden hacer de cualquier manera, y por muy fundadas que hubieran sido sus razones, que no lo fueron; y por muy desgarrada que pudiera sentirse su proclamada sensibilidad moral, no se justifica una conducta tan irreflexiva.
¿Conocía usted con qué apoyos contaba antes de presentarla? No. Pues eso, es una irresponsabilidad.

¿Midió las consecuencias que esto podía implicar para los españoles? No. Pues, es otra irresponsabilidad.

¿Tuvo en cuenta las delicadas circunstancias por las que estamos atravesando? Tampoco. Tres irresponsabilidades ya.

Usted, que pretende gobernar, ofreció un ejercicio tenaz de imprudencia, inoportunidad e indiferencia para el bien común, Señoría. Y eso no es serio, Señoría. Si a usted se lo parece, me está dando ya el primer argumento para sostener que a España no le conviene que usted sea presidente del Gobierno.

Es imposible. Señoría es que es imposible saber a qué atenerse con una persona que se comporta de esa manera, dispuesta a paralizar la vida pública, y poner el país al servicio de sus intereses particulares.

Digo bien lo de particulares, porque todos sabemos que ni con su partido contó, como ya ocurrió en otra oportunidad.

Pues bien, esta es la primera razón que pongo a consideración de la Cámara por la que no conviene poner España en sus manos. Su conducta en esta moción le ha retratado, y nos dice la verdad sobre usted mucho mejor que su florido programa, por llamarle e alguna forma, del que ahora -Presupuestos Generales del Estado aparte- me ocuparé.

No diré que me ha gustado el programa electoral que ha presentado el señor Sánchez, porque alguien podría pensar que yo soy una persona sobrada de sentido del humor. El señor Sánchez, lo que ha venido aquí, es a cubrir el trámite reglamentario y, como es natural, procura rellenar el papel con sus mejores hechuras. Eso era previsible.

En cualquier caso, lo que importa son sus propósitos, que también los conocíamos, porque en buena parte se los hemos escuchado en otras ocasiones.

Nos habla solemnemente -como suele hacerlo- de recuperar la normalidad, política social, regeneración, Constitución, solidaridad y de lo que haga falta, sin olvidar la conocida cantinela de sacar a España del lodazal en que le metió el malvado Partido Popular.

En resumen: para salir airoso de esta moción le han rellenado un papel con la música que pudiera sonar más atractiva. Es natural y no tengo nada que objetar, pero a mí no me dice nada. Y es que su programa resulta increíble.

Resulta increíble, en primer lugar, porque deforma la realidad a su conveniencia, y no le reprocho que lo haga. Digo que resulta increíble.

La deforma todo lo que puede para así, poder justificar su intervención. Recoge todo lo que pilla, generaliza sin pudor, y no le hace ascos a poner manchas y borrones en la imagen de España.

Le urge denigrar la realidad española para hacerse usted indispensable, lo mismo que le urge magnificar hasta el delirio la corrupción de este Gobierno para fundamentar su iniciativa purificadora señor Sánchez.
Vamos, que necesita un dragón para poder presentarse como un San Jorge. Esa es su tarea, fabricar un buen dragón.

Afortunadamente para los españoles, nuestro país nada tiene que ver con el que usted dibuja. Cuanto más avanzamos en la recuperación económica, cuanto más empleo se crea, cuanto más se persigue la corrupción y cuanto mejor le va a España, más distancia se abre entre su discurso y la realidad, y más necesita exagerar usted el tono, la descalificación y la impostura.

En segundo lugar, su programa es increíble porque camufla sus intenciones.

Por muy bellas y solemnes palabras que emplea, sabemos que donde dice «recuperar la normalidad» quiere decir desmantelar toda la tarea de este Gobierno, o sea, emprender la senda que conduce de nuevo a la ruina, de donde hemos tenido que salir.

Donde dice «elecciones cuando España recupere el orden» ¿qué debemos interpretar? Lo primero, que no piensa convocarlas mientras ocupe la cola en los sondeos. Eso parece evidente. Y lo segundo, que necesitará tiempo, gestos para las galerías y mucho abono para sembrar votos.

Sus propósitos se resumen en la regla de las tres «D»: «desmantelamiento», «demagogia» y «despilfarro». Pretende poner a España al servicio de su campaña electoral con el propósito de, mediante los favores que guarda en la alforja, y que llama púdicamente «política social», convocar las elecciones en cuanto las encuestas mejoren -que puede tener un problema, que no ser nunca. Calificar esto como un «programa de gobierno», Señoría, es una manera como otra cualquiera de tomarnos el pelo.

En tercer lugar, su programa de gobierno es increíble porque no depende de usted. Lo acaba de demostrar ahora con lo que ha firmado sobre los Presupuestos Generales del Estado. ¿Alguien se cree que usted ha firmado que va a cumplir los Presupuestos Generales del Estado que ha presentado el Gobierno del Partido Popular por decisión propia?

No, es que no depende de usted, señor Sánchez. Es que este es el problema del Gobierno que usted quiere constituir.

¿Qué confianza? ¿Qué credibilidad? ¿Qué certidumbre va a generar Usted?

Usted dice vamos a defender la cohesión territorial y la igualdad de los españoles, pero para ello depende de sus socios, que ya nos dirán lo que piensan.

Y ese hipotético gobierno del que habla usted de los 84 escaños no se puede sostener sin que lo apuntalen; es imposible. Bueno, si su candidatura sale adelante, permítame que lo pregunte, poque usted, seguro que haría lo mismo: ¿Con quién habrá que tratar sobre la situación de Cataluña? ¿Con usted? ¿Con usted y con sus socios? No. Con usted y con sus socios ¿o serán sus socios quienes lo traten con usted? ¿Percibe el aroma del absurdo? Este es el problema.

Señoría, su programa -que no conocemos- vale lo que le autoricen sus puntales, o lo que le exijan los apoyos que se ha buscado en su desesperación, y hemos tenido hoy aquí una muestra inequívoca con los Presupuestos.

Y todo eso, echa por tierra cualquier discurso que nos entone, por muy arrullador que suene, señor Sánchez.

Su programa es un ejercicio de pirotecnia para cubrir este trámite. En realidad, todo el mundo sabe, que no es un programa, esto es nada, y se habrá convertido en humo antes de que finalice esta sesión.

Señoría, su programa no es claro, bueno, por decir algo. Pero ¿a quién le sorprende? Usted nunca ha hablado claro. Usted no tiene ningún proyecto para España.

Le voy a decir más: no puede tenerlo, porque es usted una pura ambigüedad táctica. No concreta nada para no cerrar ninguna puerta.

Nunca ha hablado claro sobre nada. Ni siquiera dice siempre lo mismo sobre la misma cosa. Es imposible saber lo que piensa, no hoy, no en este momento, sino a lo largo de los meses, lo mismo me da que hablemos de política nacional, europea, económica o social.

Usted quiere que todo le salga bien. Le felicito, pero cuando se gobierna hay que escoger, y cuando se escoge es para hacer unas cosas y no otras. Se abren unas puertas y se cierran otras, porque todo a la vez no es posible, ni siquiera para usted.

El papel, se dice, lo soporta todo. En el papel cabe todo y en el suyo, que es más amplio, cabe todo y, además, lo contrario.

Tan pronto habla usted de una nación como de un Estado plurinacional; de una España unida, como del derecho a decidir; de la igualdad de los españoles, como de la necesidad de encaje de algunos.

Quiere cambiar la Constitución, pero nadie sabe para qué. Se lo he preguntado muchas veces, señor Sánchez, pero estoy como el primer día.

Señoría, las leyes no se cambian -es bueno tener esto claro-, con intenciones, ni con deseos, ni con ensoñaciones. Se cambian con palabras que forman frases y sustituyen a otras palabras que forman otras frases. Y en ese proceso, cambian -y mucho- los contenidos, señor Sánchez. Es muy sencillo, pero comprendo que le parezcan demasiadas exigencias a quien evita cualquier concreción para no renunciar a la libertad de adaptarse al momento, que es lo que está haciendo aquí hoy.

Ya no le pido concreciones porque sería reclamar un imposible. Y consecuencia inevitable de todo esto, son los bandazos que usted da según sople el viento.

Muestra una plasticidad muy característica de quien no ha necesitado comprometerse porque nunca ha gobernado, y se muestra como una página en blanco, cual tabla rasa, en la que se puede escribir lo que se quiera porque lleva borrador incorporado.

Sin duda usted piensa que le conviene ser ambiguo, pero a España no le conviene un presidente veleidoso, inconstante, que no habla claro porque sus planes cambian más que el famoso mapa de las isobaras, señor Sánchez.

Señoría, yo he pedido esfuerzo y sacrificio a los españoles. Muchas veces. He dicho cosas que no eran simpáticas ni populares. Pero había que decirlas. Y había que hacerlas. Y esto no ha sido gratis para mí. He pagado un precio. Incluso, a veces, he tenido que hacer cosas que no quería, y que no pensaba hacer, pero había que hacerlo. No me pregunte cuántas veces hemos tenido que hacerlo, ha funcionado, pero usted lo sabe mejor que yo. Porque todos nuestros sacrificios han sido oportunidades que Su Señoría ha sabido aprovechar para su demagogia.

No ha desperdiciado ninguna ocasión de criticarme por cumplir con mi deber cuando ese deber era impopular. Ni una, Señoría. ¿Se llama esto ventajismo? Tengo que ir al diccionario para averiguarlo.

No ha perdido ninguna oportunidad de criticarme por hacer lo que convenía a los españoles. No ha perdido ni una, porque a usted lo que le importa no son los españoles, sino ponerle zancadillas al Gobierno.

Señoría, en justa coherencia, no ha demostrado ninguna capacidad para sacrificar sus intereses personales o los de su partido en beneficio de España.

Si me equivoco, le ruego que me lo diga. No me gusta faltar a la verdad. No me hace falta. No necesito dragones. Con los destrozos de ustedes ya tengo bastante.

Le pondré un ejemplo ¿recuerda el 2016? ¿Le parece bien lo que jugueteó con España entera entre un mes y otro mes, sin más razón que su afán personal por gobernar contra las urnas, contra la razón, contra la conveniencia? No creo que usted piense que hizo mal. Todo lo contrario: creo que lo repetiría. De hecho, es lo que está haciendo aquí ahora, lo de 2016.

Señoría, hoy lo demuestra una vez más con su indiferencia a las circunstancias. Me refiero a Cataluña. Estamos en situación anómala. Hemos tenido que tomar medidas excepcionales. Estamos lejos de recuperar la normalidad, pero a usted nada de esto le frena.

En un momento en que toda Europa nos mira, sale usted con lo que acaba de salir.

Su Señoría nos sale muy caro, señor Sánchez. Tuvimos que dedicar buena parte del año 2017 a recuperar los atrasos que usted impuso caprichosamente en el 2016.

Ahora los españoles tendrán que pagar los estragos que está causando en la imagen de España, en la economía, y hasta en la «prima de riesgo». No afecta todavía a la creación de empleo pero, si insiste, tal vez lo consiga.

¿No se da cuenta, Sr. Sánchez? No. No se da cuenta. No porque se lo impide su daltonismo político. Hablo, por supuesto, en sentido figurado.

Me refiero a esa incapacidad que tiene para distinguir lo que está bien de lo que está mal.

Para usted todo está mal. Tiene ese defecto en la vista, y una secuela de ello es su famoso eslogan del «no es no».

¿Cómo puede nadie confiar en el criterio de una persona incapaz de reconocer lo que tiene delante de los ojos?

¿Qué criterio político exhibe quien es incapaz de percibir nada bueno donde todo el mundo, en todo el planeta, aprecia avances, bondades y ventajas. Usted no. ¿Es que no ve lo que todos ven, o es que no quiere verlo? ¿Es daltonismo o es mala fe?

Algunas cosas buenas hay en España, señor Sánchez: las instituciones funcionan, la economía se recupera, las desigualdades comienzan a corregirse, se crea empleo. Para usted, sin embargo, no existe más que una España negra, porque es el único color que percibe.

No conoce los matices. Yo no niego mis errores, porque distingo las cosas. Cometo errores sin duda innumerables -para usted todos- pero puedo corregirlos porque no los confundo con los aciertos. Usted, en cambio, ni siquiera puede corregirse a sí mismo. Claro que, ¿por qué tendría que hacerlo? ¿Qué tendría que corregir en lo único bueno que usted percibe en el mundo, que es usted mismo?

Señorías, gobernar es un poco más complicado que lanzar soflamas y repartir dinero. Más serio que dar palos al agua por si suena la flauta. Un poco más difícil que hacer discursos, por si se aplaude. Más exigente que sembrar ocurrencias y proponer aventuras Y más responsable que cambiar por afán de novedad.

Una regla de oro para todo político responsable -creo que es bueno que lo recuerde yo hoy aquí- es evitar los derribos innecesarios, lo cual exige saber reconocerlos.

Salvo que se cruce por medio la luz cegadora de una directriz ideológica, y aquí conocemos algunos ejemplos, a nadie se le ocurre predicar el derribo de las cosas que van bien.

¿Habría que cambiar cosas? Sin duda. ¿Cuáles? El sentido común lo dice: las que no funcionen. Usted dice, todas, porque, como no distingue, todo le parece mal.

Señorías, por eso, la rigidez de su «no es no» despierta alarmas, y hay que entenderlas, porque cada vez que lo pronuncia, suena usted como una amenaza para el consenso, la estabilidad y la certidumbre.

Usted, una amenaza agravada por el lastre que usted arrastra.

Señorías, nada ha hecho tanto daño a los españoles como los errores que se amontonaron en la última legislatura de su partido en el Gobierno.

Podía haber ganado usted mucho crédito si hubiera dicho en aquel momento que aquellos desatinos estaban equivocados y no se iban a repetir. Pero no lo hizo porque no los ve como errores.

Sería tranquilizador saber que no haría usted nada que nos hundiera de nuevo en aquella pesadilla, pero no lo sabemos, porque usted no lo rechaza.

¿Por qué? Tal vez porque se sienta solidario con aquel Pedro Sánchez que aplaudía desde el escaño. Tal vez esa solidaridad consigo mismo que llamamos coherencia. Una coherencia que lo convierte en peligroso, porque es una coherencia pertinaz con en lo malo.

No sólo es que Su Señoría no rechace nada de aquello; no es que no encuentre nada malo en lo que hicieron; es mucho peor. Lo defiende. ¿Pretende usted repetirlo, señor Sánchez?

¿Se ha olvidado de los errores económicos, del pozo, del déficit, de la ruina de las pensiones, de los millones de españoles que perdieron su empleo? Si no reconoce usted los errores, ¿cómo a evitar tropezar de nuevo en ellos?

Tendría usted que comenzar por abjurar de todo aquello y del daño causado, pero no quiere. Presume de ello y eso le hace aún más sospechoso, presume de aquella ruina como si fuera un modelo de «política social». Si ese era su modelo de política social, haríamos bien -todos- en protegernos de ella y de usted, 3.800.000 personas.

Y acabo ya,

Si la misma moción de censura demuestra la irresponsabilidad del candidato.

Si ni siquiera sabemos qué hipotecas se le impondrán a su programa, salvo la que hemos conocido en el día de hoy.

Si, para no desmerecer, oculta sus verdaderas intenciones.

Si no es capaz de reconocer, pese a sus gigantescas dimensiones, todo lo bueno que España ha conseguido.

Si, como está más que demostrado, no piensa nunca en otra cosa que su propia conveniencia.

Si muestra todos los indicios personales y programáticos y arrastrarnos al abismo. ¿Qué podemos decir?

Desde la sensatez es imposible aplaudir esta moción.

Y cuanto más cerca está el candidato de ocupar el Gobierno, más se aleja la confianza de España.

Señoría, los españoles le han dicho varias veces que no le quieren en el Gobierno a usted. Lo han dicho varias veces. Y ahí está la raíz de todas sus reacciones. Por eso ha buscado todos los atajos, hasta encontrar este.

Ha sido incapaz de convencer a los españoles de que le voten. Y no sabemos cómo habrá convencido a sus socios para que le apoyen.

Sí sabemos que no será bueno para España. Y eso es lo que a mí me preocupa.

No porque este asunto me afecte personalmente. Yo soy lo de menos en esta cuestión. Sino porque lo que plantea usted, y eso es lo triste de este debate, es una moción de censura a los españoles, porque no le han hecho caso a usted en las urnas. Eso es lo que está planteando. Esa es su moción de censura real, señor Sánchez, la real. Y por eso es por lo que más me preocupo. Porque yo voy a seguir siendo español.

Nada más, señora presidenta y muchas gracias.